sábado, 28 de enero de 2012

KROTOSCHINER




Efectivamente no es fácil en un país de habla hispana llamarse Krotoschiner. Bueno, una queda marcada desde chiquita. Si siente diferente porque se es diferente y la hacen sentirse diferente.

¿Cuántas veces en la vida habré  repetido, deletreado, cuántas habré explicado el origen de mi apellido, la historia de mis padres? Muchas personas han pasado por lo mismo cuando se es primera generación en un país de otro idioma. Sólo que cada quien lo vive distinto, según como le toque vivirlo. Hay familias que emigraron más solas que otras. Es el caso de la mía. Es un sentimiento especial. Recuerdo, cuando pequeña, la fascinación que me producía una amiga porque tenía abuela. Yo no sabía lo que era eso. Tampoco supe lo que era tener primos y tíos. Los tíos, presentes únicamente a través de cartas y fotos,  habían emigrado, a su vez a Estados Unidos. Sólo uno de ellos había regresado a Alemania. Claro, la guerra.

Ka-ere-o te-o-ese ce-hache-i ene-e-ere. ¿Cuántas veces en mi vida habré deletreado mi apellido? Tuve que aprender desde chica, en el colegio, como parte de mi aprendizaje escolar. Al pasar lista, luego de Jiménez: "presente, señorita", un silencio y me paraba diciendo:

-"Krotoschiner, señorita".

Al inicio del año, todas mis compañeras decían presente, salvo yo. Luego la pregunta de rigor:

-¿De qué origen es su apellido? Y los más curiosos consultaban dónde había nacido, quiénes eran mis padres.

Mi madre fue la menor de seis hermanos, todos hombres. Su padre había fallecido cuando ella tenía trece años, por lo que su hermano mayor --quien, por la diferencia de edad, podría perfectamente haber sido su padre-- asumió como tal.

Mamá tocaba el piano y sus hermanos el chelo, la viola, el violín, por lo que en su casa hacían conciertos de cámara. Ella llevaba la música en su corazón y me inculcó el gusto por la música clásica. La predilección de mi padre fue la música ligera, moderna, cantada, bailable, un Frank Sinatra. De ahí que me gusten ambas. Un día mi hijo menor me pidió:

-       Mamá, cuando te mueras, ¿me puedes heredar tu sentido musical?

Lo que definitivamente no le quedará en la herencia, será mi apellido.

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