EL CUENTO
DE LOS CUENTOS
Te contaré que una vez existió un cuento.
Era de esos bien logrados: desde su comienzo te cautivaba sin que pudieras
abandonarlo. Te transportaba por los senderos más insospechados de la
imaginación, permitiendo que te deslizaras suavemente por los meandros de la
curiosidad. A ratos te embargaba la
tristeza, al extremo que había que hacer grandes esfuerzos para no llorar y
cuando estabas a punto de derramar esa
lágrima furtiva, que uno se esfuerza en retener, daba un vuelco hacia un
rumbo insospechado dirigiéndose hacia ese humor fino y delicado que te lleva a
esbozar una tenue sonrisa al comienzo, luego te admiras por la sutileza con que
te transporta cada vez con mayor intensidad a la ironía primero y a la
carcajada abierta, limpia y pura después.
No sé si sabías que dicho cuento tenía la
capacidad de escabullirse, esconderse, mimetizarse. De repente flotaba en el
aire y podías observarlo en el humo de un cigarrillo. En otras ocasiones podías
divisarlo en la copa de un árbol o en un susurro de enamorados. Era tan liviano que viajaba de ojo en ojo y
de boca en boca. Pero así y todo nadie podía cogerlo para plasmarlo en un
papel perpetuándolo en el tiempo.
La búsqueda
de algún indicio, ya sea línea o párrafo, que permitiera localizarlo,
llevó a ciertos soñadores a indagar sobre su origen circulando versiones
diversas. Comentaban unos eruditos que era de origen celta, justificando sus
conocimientos en esa musicalidad atávica y prístina. Otros aseveraban haberlo
conocido a través de historias familiares referidas por un abuelo de un abuelo
de un abuelo, junto a una fogata de bosques enduendados. No faltaban aquéllos
que se arrogaban su tutoría para obtener prebendas. Hubo marineros en las
cantinas del puerto que afirmaban haberlo conocido en sus viajes a islas y
mares remotos. En el pueblo donde yo viví existió la creencia que habría sido
transmitido por una abuela reencarnada durante varias generaciones y que se
aparecía en los sueños de los niños para que su efecto fuera imborrable.
Pero aquéllo resultó infructuoso. Fue
entonces cuando alguien propuso la idea de realizar una búsqueda en la
actualidad.
-
¡Claro, debimos haber empezado por ahí! dijo un
profesor.
Y así, en un dos por tres, se formó una
Comisión de Notables quienes organizaron
brigadas que se extendieron por los más recónditos confines llegando a
innumerables villorrios y aldeas.
Has de saber tú que en los viajes
realizados por los Notables descubrieron un pequeño poblado, ubicado al sur de
los mares gélidos y que sus pacíficos habitantes llamaban Mirlandia. Allí se
produjo un suceso inédito. Un importante sector de jóvenes mirlandeses se
mostraron partidarios de mantener esa fantasía del cuento viéndose súbitamente
atacado por los que propiciaban su
captura. Los primeros sostenían que todo el encanto residía en la libertad de
que gozaba y que le permitía variadas transformaciones, lo cual motivaba a
grandes y pequeños, mientras que los últimos decían que había que investigar
hasta las últimas consecuencias para saber, pues había que combatir la
ignorancia. El cuento, por su parte, se entretenía provocando a los ancianos y
maravillando a los niños.
Siempre estoy alerta a cualquier
información que esté relacionada con el cuento de los cuentos, como solían
llamarle sus más fanáticos admiradores. Hace poco, leyendo un periódico de
provincia, me enteré que en Mirlandia un grupo de sus habitantes logró
atraparlo, pero al tratar de envasarlo se reproducía milagrosamente y aparecían
una serie de cuentos chicos por doquier los que, con su ingenua fuerza infantil
lograron soltarlo de las manos de sus captores quienes, al verse derrotados, no
prosiguieron en su intento. Esto motivó una celebración de los seguidores de la
libertad, quienes portando pancartas con consignas alusivas a la fantasía, la
creatividad y la libertad, festejaron durante siete noches y siete días en
torno a la fogata más grande nunca antes vista por esos confines.
Yo, que tuve la posibilidad de conocerlo en
sus distintas versiones e idiomas, puedo asegurarte que tiene una magia
especial, te cautiva y no te suelta, te transporta, te convierte en villano y
osado, en cándido y amoroso, en tierno y valiente. Si alguna vez lo encuentras,
te sugiero que sólo lo goces intensamente, lo cuides, lo protejas y no olvides
que una vez existió un cuento. Era de esos bien logrados.
Mayo de 1998
EL