jueves, 8 de diciembre de 2011

POR CIELOS Y PRADERAS


Mientras se asoma la luna llena de agosto detrás de las montañas, escucho el pedido de Silvio, tantas veces reiterado, que nos ruega información pues se le ha perdido su unicornio azul.

Dado que me encuentro en una ubicación privilegiada donde confluyen energías inexplicables trazo un plan no de búsqueda, sino de encuentro –pues anhelo reencontrarme con mi unicornio tantas veces soñado- y así lograr satisfacer su deseo y el mío.

Le pido de favor a la luna me ayude en esta aventura. Ella me invita a salir, prometiendo guiarme y sugiriendo no desesperar cuando alguna nube se interponga en nuestro camino.

Debo reconocer que los unicornios han sido objeto de mi devoción y admiración por su carácter dulce y tierno. Alguna vez trabé amistad con uno y solíamos encontrarnos en los nacimientos de los arcoiris. Allí jugábamos a atrapar los colores con los que hacíamos figuras etéreas, espumantes y volátiles, guardándolas en nuestros cestos de la fantasía para luego disfrutarlas en el trayecto de regreso al lugar donde fallecen los arcoiris. En ese momento, cada cual a su turno, debía adivinar de qué figura se trataba. La sacaba suavemente para que no se esfumara con alguna brisa o ventolera. De esa manera construimos la verde esperanza, la envidia azul, la pasión roja, la rabia negra, la espiritualidad violeta y muchas más.

Pero... volvamos a nuestra búsqueda, pues la luna hace rato ya que me espera y quiero aprovechar esta oportunidad que me brinda. Le pregunto qué debo llevar para nuestra expedición y me contesta que no olvide la intuición, el entusiasmo, la perseverancia.  Partimos contagiadas con la alegría de quienes saben que lograrán cumplir su sueño.

Comenzamos el camino del encuentro por las riberas del río ancho y caudaloso avanzando en sentido contrario  a la corriente. Pasamos distintos poblados preguntando a los lugareños si solían pastar por allí unos hermosos animales, pues se nos ha perdido uno que tiene el pelaje de color azul. Ante sus caras interrogantes les respondimos: El que buscamos tiene el tamaño de un caballo y su caminar es ligero y sinuoso. Tiene la crin sedosa, así como la cola y ostenta un cuerno filudo entre sus dos orejas. No, nunca habían visto tal especie, nos dijeron.

Continuamos nuestro peregrinaje por los valles cordilleranos preguntando a los ovejeros por nuestro hermoso unicornio azul. Ante su extrañeza omitimos decirles que por las noches nuestro “animalaje”[1]  resplandecía exhalando una luz plateada.

Llevábamos ya algunas horas de   recorrido y me sentía cansada, por lo que le pedí a la luna que hiciéramos un descanso. Accedió de buena gana, enredándose con unos nubarrones caprichosos que pasaban por ahí en una danza nocturna. Yo me cubrí con mi manto de estrellas, mientras me arrullaba el sonido de una cascada cercana. Y soñé...

Tres ángeles me transportaban en vilo por unos parajes insospechados por ser viviente alguno. Estaban suspendidos en el aire como plataformas nacaradas y cada una de éstas tenía a su cargo la confección de los pigmentos de colores que se necesitaban en la naturaleza. Trabajaban allí las almas alegres y los ángeles eran los portadores de los encargos que venían de bosques, mares, praderas y montañas. Así fue como me mostraron la factoría cromática más espectacular mientras me preguntaba cuál sería el mensaje de los ángeles.

Me desperté con un rayo de luna que se posó en mi rostro semidormido.

Retomamos el camino de la tierra y esta vez enfilamos rumbo hacia el sur, esa bella zona de volcanes, lagos y bosques. Luego de nuestras experiencias con los diversos habitantes en las que más que información obtuvimos  respuestas de sorpresa y temor preferimos abrir más nuestros sentidos, despertar nuestras emociones y percepciones.

Caminando, levitando y volando hicimos muchos kilómetros de camino. Traspasamos umbrales de lluvia, viento, nieve, sol, granizo, De pronto el tiempo se detuvo. A lo lejos se escuchaban truenos y aparecían múltiples relámpagos, a lo lejos.

Gotitas  comienzan a rebotar por el amplio lago permitiendo el crecimiento de círculos cada vez mayores que forman hermosas figuras geométricas, preciosos hologramas.

Lanza sus potentes rayos el sol produciendo el más fabuloso arcoiris, uniendo el cielo con la tierra, el agua con el aire, la luz con la sombra. Y como sabemos que los dioses suelen enviar en los arcoiris sus más bellos mensajes entendemos que este anuncio es un presagio de encuentro.

Sin saber cómo ni de adónde, aparece repentinamente un ejemplar de unicornio de pelaje azul brillante, algo escurridizo...

Mi corazón comienza a batir a un ritmo acelerado, la respiración se detiene, mis pupilas se achican ante esa visión tantas veces soñada y finalmente encontrada.

La luna me ilumina el camino y el entendimiento para hacerme notar que debo tener cautela si quiero lograr cumplir con mis pretensiones. No se trataba de atraparlo, pues el unicornio azul era feliz en su entorno, pero sí descubrir el misterio de su paraje.

Me acerqué lentamente hacia el unicornio, pensando que si yo tenía miedo, él podría tener más, por lo que me agaché y le canté en susurros para ganarme su confianza. Logré provocar su curiosidad y aplacar su temor. Mientras acortábamos la distancia que nos separaba fui modificando mis cantos en preguntas para consultarle cómo había llegado tan lejos, pues se había sabido de su existencia en una isla del Caribe.

Me dijo que cuando pequeñito había vivido en climas cálidos de vegetaciones exuberantes y había tenido un amo a quien había querido mucho, pero que se ausentaba en largas giras... (Lo vi ponerse triste)  En una tormenta había salido a buscarlo por los caminos de los arcoiris y nunca lo había encontrado como tampoco había hallado el camino de retorno.

La luna observaba benevolente nuestro encuentro hasta que finalmente se animó a ofrecer sus servicios para llevarlo a su lugar de origen... (Lo vi ponerse alegre)  mientras se perdían entre cielos y praderas.


                    Evelyn Krotoschiner Klemann, diciembre de 2003



[1] Neologismo que fusiona los términos de animal con personaje

1 comentario:

  1. Me he preguntado cómo sería mi hermano hoy, a sus 80 años e imagino su delgadez, su cabello crespo ya con canas y sus ojos de un azul profundo, con algunas arrugas en su rostro. (He visto personas que se le parecen)
    Mantendría su estampa debido a su permanente práctica de yoga y meditación, lo que le conferiría un halo de paz interior.

    Lo imagino instalado en su oficina de arquitectura, seguramente un espacio luminoso, con una vista panorámica sobre alguna ciudad, con planos en los muros alternando con cuadros de su autoría.

    Lo imagino rodeado de colegas, liderando proyectos únicos, originales, de inmenso valor social. Y como que lo viera dibujando, concentrado, en su computador de última generación, con esa maestría que ponía en sus proyectos.

    Imagino sus éxitos profesionales y lo veo recorriendo el mundo dando conferencias.

    Imagino su humor, a flor de labios... su risa profunda y contagiosa.

    Imagino su cultura y el conocimiento que tendría, su espiritualidad y creatividad.

    Imagino las conversaciones, el cariño, recordando nuestras diabluras de niños, algunas peleas por la única radio que había, mi admiración por sus aventuras, las amistades, la visita a la carpa de la Violeta, y más de una fiesta compartida.

    Lo veo disfrutando el cine, la música, la vida. La vida que quedó suspendida en un aliento.

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